Parada improvisada que ha sido todo un acierto. Carne muy buena, lubina espectacular y un pulpo con setas que quita el sentido. La tarta de queso, para ponerla un piso de lo buena que está. Y para uno que acostumbra a pagar las cosas con calidad, los 70 € de la comida se nos queda en anecdótico. Recomendable al máximo. El pueblo tiene una pinta inmejorable, pero no podemos parar más en el. Lo dejaremos para otro momento, que seguro que repetimos.
Juan Ignacio B.
Classificação do local: 5 Madrid
Ubicado en una antigua fábrica de cuero, donde hay una parte que es museo, han sabido habilitar aprovechando los recursos arquitectónicos para ubicar el restaurante. Son tres zonas divididas que según clima, época estival y sonido –a parte de tener reserva o no, fundamental con el buen tiempo– donde no sólo podrás gozar de los manjares que aquí sirven, si no la ambientación. Se trata del salón con olor a brasas, interior, otra terraza en el patio donde se trataban las pieles, con ventanales que dan al río y la terraza exterior, donde tuvimos la suerte de estar sentados. Suerte por las vistas, el agradable sonido del salto de agua y la perspectiva del pueblo, que en piedra, fue premiado por su restauración años atrás. El día acompañaba con un espléndido sol y ya sólo tocaba gozar de los platos que pedimos. Mi acompañante pidió menú del día(incluso lo sirven en fines de semana, como era el caso); pidió una rica empanada de carne, como segundo xata(ternera) guisada. Yo opté por un chuletón de vaca gallega de kilo a la piedra(quien dijo miedo) que estaba espectacular. Finalizamos con un café y una tarta de manzana y nueces espectacular. Sin duda, un lugar muy recomendable para celebrar desde un finde romántico, ocasión especial o el mero hecho de disfrutar comiendo con grandes vistas.