Entrebrasas

Todos los que me conocen saben que tengo una auténtica pasión por la carnaza. Me gusta en todas sus formas y colores, y la verdad es que me encanta comerme un buen filete. O varios, llegado el caso en el que mi vacaburrismo me impida parar. Así que, después de probar el maravilloso gin tonic del Entrebrasas, decidí que –como había olido lo que allí se cocinaba, olía bien rico y además la cosa estaba recomendada por César G– yo tenía que probar la suculenta barra libre de carne, porque aquello merecíà la pena.
Para hacer tiempo en lo que llegábamos todos al restaurante, nos decidimos por tomar unas cañitas, que vinieron acompañadas de una enorme ración de paté de la que dimos buena cuenta, como no podía ser de otro modo. Y luego, nos sentamos a la mesa. Y el maître nos sirvió un vino que yo aluciné de lo bueno que estaba. Estaba tan bueno que cayeron dos botellas como si nada. ¡Madre mía qué riquez!
Como César conoce el sitio bien, ni siquiera pedimos nada: sabíamos que queríamos comer carne, pero la cena empezó con unos aperitivos: revuelto de morcilla y empanadillas. A mí el revuelto de morcilla me pirra, y este estaba estupendo.
Continuamos con tres jugosos platos de carne: una brocheta que estaba absolutamente fantástica, y que alternaba carne con pimiento (qué rico el pimiento, cómo me gusta), un buen filete de secreto ibérico (una de mis carnes favoritas) y luego la tan traída y llevada barra libre de carne, de la que no sé con qué quedarme. Diría que todo estaba delicioso (la entraña quizá un poco dura, pero se perdona viendo lo rico que está todo). Repetimos una segunda vez, y voy a ser sincero: fue pura gula. Nos acabamos el plato, porque somos muy de no dejar nada en la mesa, pero casi reventamos literalmente. Yo al menos.
De postre, una de las tartas de queso más consistentes que he probado nunca, y un gin tonic que resultó de lo más digestivo. Una de esas cenas que, seré sincero, te hacen plantearte no desayunar al día siguiente de todo lo que has engullido. ¡Y por un precio muy respetable! Cervezas; dos botellas de vino del bueno, bueno, bueno; carne para parar un tren y gin-​tonic por algo menos de 30 €. Sale a cuenta.

Muy poco tengo que agregar a los comentarios de mis compis, quizás sería una larga retahíla de onomatopeyas y exclamaciones como :“mmmm” o «¡madre mía!», con deciros que, cada vez que traían algo a la mesa, solo por el olor y la pinta aplaudíamos!!!
Todo estuvo muy bien: la comida, la atención y la compañía insuperable.
Tendré que esperar que algún alma caritativa me acerque otra vez…